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30 de marzo del 2000
Centenario de María Moliner
 

El regalo de boda*  


                JUAN ÁNGEL VELA DEL CAMPO 

 
Del estudio-encuesta sobre hábitos de consumo cultural que  presentó la Sociedad General de Autores y Editores, hay un dato que se repite como una obsesión, o más bien como un  mazazo, en muchos comentarios de personas inquietas sobre  el entorno que nos rodea. Es el que se refiere a la lectura, con  la terrorífica acusación de que la mitad de los españoles  nunca lee. No es que en el informe el resto de las estadísticas  dejen excesivas salidas al optimismo, pero lo de la lectura es  especialmente grave, y más aún cuando no existen indicios de  un mínimo cambio de tendencia en el asunto.

 Recuerdo esto precisamente hoy, 30 de marzo, en que se  cumple el centenario del nacimiento de María Moliner,
 autora del Diccionario de uso del español, uno de los libros me atrevo a decir que imprescindibles en la cultura española  del siglo XX y cuya consulta ha supuesto y supone una fuente  constante de enriquecimiento en el manejo del idioma. El María Moliner fue para mí el regalo de boda más  imperecedero. Desde ese día -un cuarto de siglo ya- he hecho lo propio regalándoselo a todos mis amigos y conocidos que  empezaban una vida en común, legalizada o de hecho, en  pareja o en grupo de difícil definición. Éstas son cosas que  deberían hacer los gobiernos de turno, para dar sentido social a sus ministerios de cultura y para mantener ágil intelectualmente a la población, pero por razones y  sinrazones que no vienen al caso ni siquiera se lo plantean. Siempre ha estado a la vista y en lugar preferente allí donde he vivido el María Moliner. Si en la vida familiar alguien ha  preguntado qué significa una determinada palabra, la visita al  diccionario era una y otra vez motivo de gozo, conversación  e imprevisible divagación.

Es curiosa la sensación de cercanía que desprende la autora.  No he visto jamás una foto de ella y sé lo justito de su vida.  Poco importa. María Moliner se ha convertido en alguien  fundamental de la familia, en una especie de tía abuela con  una presencia invisible pero extraordinariamente cálida y  respetuosa, al orientarnos siempre sobre la precisa utilización  de nuestro tesoro más valioso, el idioma, y al recordarnos  permanentemente la historia en evolución de las palabras.

En los últimos tiempos han aparecido otros diccionarios valiosos como el del español actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, al que únicamente le falta, de momento, la afectividad que desprende la convivencia diaria,  el paso del tiempo. Es demasiado joven todavía, aunque  forma buena pareja con el de la querida tía Moliner.

También en el mundo de los sonidos hay una explosión de diccionarios últimamente. Uno de ellos, en 10 volúmenes,  con 26.000 entradas y 750 colaboradores, está dedicado a la  música española e hispanoamericana, algo que hacía falta  porque el fundamental de música y músicos en 20 tomos del New Grove, editado por Stanley Sadie, no miraba hacia el sur como desde aquí se sentía que debía hacerlo, lo cual no  invalida su cualidad de Biblia de referencia en el campo musical, y cuya posibilidad de acceso a cualquier hora, como decía José Luis Téllez, "le cambia a uno la vida". Ahora la  editorial Akal ha sacado al mercado una oportuna versión reducida en español del Grove, con poco más de 1.000 páginas, lo que unido a la no lejana publicación del diccionario Harvard de la música, coordinado por Don Randel, en Alianza Editorial, hace que al menos en este sector no estemos tan mal como en la publicación habitual de textos musicales, donde la distancia respecto a las ofertas alemanas, inglesas, e incluso francesas, es no solamente abismal, sino preocupante.

Este paréntesis musical no pretende distraer de lo verdaderamente prioritario de estas líneas, que no es otra cosa
que el recuerdo de una mujer callada y tenaz que escribió un  diccionario, y la consiguiente declaración de gratitud por las  muchas horas de placer en el conocimiento de las palabras  que nos ha deparado.

Esta mujer y este diccionario son, aquí y ahora, un símbolo de resistencia, un grito de esperanza, para mantener viva la  necesidad de la lectura y la riqueza del idioma como valores fundamentales de la existencia, en unos tiempos por los que  soplan vientos borrascosos desde la cultura cotidiana. 


*Artículo publicado por El País en su edición del día 30 de marzo del 2000. Reproducido en estas páginas con las debidas autorizaciones. 

 


 
 
Última actualización: 5 de abril  del 2000 
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