Diccionario Inglés-Español de Informática y Telecomunicaciones*PRÓLOGO
Y es que la tarea de hacer un Diccionario como éste era algo que debería haberse abordado y culminado hace años. Al menos en una primera versión a ampliar, corregir y adaptar. El hecho de que, hasta ahora, nadie se haya embarcado con suficiente extensión y profundidad en una tarea así, sólo da idea de la dificultad de la misma. Y espero, ¡ay de mí!, que también sirva para pedir benevolencia con los errores que pudieran haberse deslizado en la obra y con las omisiones imperdonables. Me hubiera gustado muchísimo haber participado con otros especialistas y generalistas en la creación de una obra parecida, aunque seguro que mejor, a la que tienes en las manos. Pero en nuestro país no acostumbra a ser tarea fácil el poner en marcha un equipo capaz de desarrollar, partiendo de cero, una obra de este tipo. La prueba está en que habiendo la necesidad y la urgencia, nadie ha sido capaz de hacerlo. Al menos en lo que respecta al ámbito de la lengua castellana. Me consta, sin embargo, que se están produciendo algunos esfuerzos en este sentido, en el ámbito de otras lenguas peninsulares, esfuerzos en los que se utiliza el impulso o momento positivos actuales de esas lenguas o de las comunidades que las usan. Por tanto, atendiendo a la necesidad y a la urgencia mencionadas, tomé la decisión de emprender la tarea en solitario. Pero, ¿qué necesidad y qué urgencia? De una parte, hay que considerar que la cantidad de palabras nuevas que nos llegan, por unidad de tiempo, ha sido y sigue siendo creciente. De la otra, la producción por unidad de tiempo de textos, en castellano, en los que se usa terminología informática o de telecomunicaciones, también ha sido y sigue siendo creciente. Sin omitir la comunicación oral, que también cuenta lo suyo. Si hay algo que caracteriza a esta producción, escrita y oral, es que está trufada de barbarismos. Y cada vez que se usa un barbarismo se incurre en el riesgo de usar un término del que se tiene una comprensión insuficiente. De ahí la importancia no sólo de encontrar una traducción adecuada o de crear un neologismo para cada término inglés (o americano) sino también, y principalmente, de definir cada término con rigor suficiente. Es evidente que las lenguas tienen capacidad para absorber barbarismos y neologismos. No hay más que pensar, por ejemplo, en la cantidad de palabras que el castellano le "debe" al árabe. Lo significativo ahora es, sin embargo, que el mecanismo de absorción -la lengua oral- ya no tiene la capacidad que tenía cuando el uso de la lengua escrita era insignificante. La lengua oral tomaba una palabra del árabe, pongamos por caso, y la limaba y pulía hasta adaptarla a las posibilidades fonéticas de la lengua castellana del momento, para llegar a ser, por ejemplo, almirez o alberca. Ese mecanismo ya no juega. Podremos decir, hasta el hartazgo, la palabra softuear; pero mientras sigamos escribiendo software, difícilmente se producirá una síntesis fructífera. Y por supuesto, está fuera de lugar el perder una de las grandes ventajas de nuestra lengua como es el alto nivel de correspondencia entre lengua hablada y escrita: salvo unas pocas excepciones cada símbolo tiene un sonido y viceversa. Por consiguiente, no podremos seguir, por mucho tiempo, escribiendo software y diciendo softuear o como sea. Por cierto que software y hardware son casi las dos únicas palabras a las que no me he atrevido a buscar una traducción o a inventarles una propuesta de nuevo término castellano. Por lo tanto, ha sido y sigue siendo urgente que nos pongamos a la tarea… que es lo que yo vengo haciendo desde hace unos cuatro años. A mi favor cuenta el que llevo más de treinta años trabajando como informático y el que siempre he tenido un cierto interés por las cuestiones lingüísticas. En todos esos años he pasado por decenas de empresas e instalaciones informáticas, he utilizado no menos de diez lenguajes de programación, me he "relacionado" con varios sistemas operativos, he trabajado con varios Sistemas de Gestión de Bases de Datos y monitores de teleprocesamiento, he organizado algún departamento de Explotación, he desarrollado aplicaciones y dirigido equipos de desarrollo, he colaborado en el creación de programas relacionados con la Ingeniería del Software, he enseñado y creado material de enseñanza, he investigado y he escrito y, sobre todo, no he parado de estudiar. Es decir, que hace unos cuatro años me planteé si sería capaz de hacer una aportación suficientemente válida en esta materia y me constesté afirmativamente. Y me puse manos a la obra. La verdad, es que no ha sido una broma. Tras una primera revisión del material de partida llegué a la conclusión de que el Diccionario tendría entre 2.500 y 3.000 términos. Actualmente tiene unos 6.200 términos y unas 6.700 definiciones. Un tipico error informático: "los proyectos duran, como mínimo, el doble de lo previsto y consumen …". Lo primero que pensé es cómo sería el Diccionario. Tenía muy claro que no había de ser un mero vocabulario que sirviera, echándole fe, para traducir palabras. Ni siquiera un vocabulario levemente ilustrado con definiciones insuficientes. Era necesario crear definiciones originales de cada término, suficientemente amplias como para dar una visión clara y completa del término y de sus relaciones con otros términos. Esas definiciones se han llevado la parte del león de la confección del Diccionario ya que, en general, he buscado el contrastar varias fuentes antes de empezar a redactar y he establecido relaciones cruzadas al finalizar todas las definiciones. Simultáneamente se me planteó la cuestión de la polisemia de muchos de los términos a definir y traducir. También vi claro, en este sentido, que si un término admitía varias definiciones, debía desarrollarlas e intentar asociar a cada definición una traducción diferente si éllo era posible y conveniente. La segunda decisión importante fue la de incluir o no ejemplos de uso de los términos y de sus definiciones y traducciones. Tomé una decisión afirmativa que, por una parte, me ha servido para revisar definiciones y traducciones al ver los términos y sus traducciones "en su salsa" (no sólo en el ejemplo en sí, sino en textos en los que encontré el ejemplo); y, de otra parte, creo que, de alguna manera, los ejemplos le servirán al lector para "humanizar" la frialdad de las definiciones y para ampliar, hasta cierto punto las definiciones con, al menos, intuiciones desde algo apuntado por los ejemplos. Por último, me han servido para defenderme de incrédulos: hay una definición en un cierto sentido y aquí hay un ejemplo que lo prueba. Los ejemplos los he tomado de todo tipo de orígenes (que no menciono al ser frases incompletas y fuera de contexto): revistas, libros, manuales y, sobre todo, de Internet, donde me he pasado cientos de horas con los buscadores más eficaces. En este aspecto sólo me queda recomendar al lector que intente traducir los ejemplos y adivinar lo que precede o sigue a la frase en cuestión. En cuanto a lo que aparece como "traducción" de un término, la casuística es muy variada. Hay una significativa cantidad de términos que tienen traducciones de carril, sin ninguna duda; incluso traducciones que se ven correctas y, además, están contrastadas por un uso generalizado; por ejemplo, data, program, disk o tape. En otras ha sido necesario desempolvar palabras o significados de nuestro viejo castellano: formación por array, lucero por pane (si gatera es por donde pasa el gato, lucero es por donde pasa la luz; y existe en el Diccionario de la Academia)o grada por tier (aunque en este caso haya tenido que inventarme el verbo gradar para traducir to tier). Otras veces no he tenido más remedio que contradecir prácticas ampliamente extendidas (a file o data set les he asignado la traducción original de fichero porque si les asigno la moderna (IBM) de archivo, me quedo sin traducción para archive; análogamente, requirement será requisito y no requerimiento que, en todo caso, lo sería judicial; y loop será ciclo y no bucle que suena a peluquería antigua). Los neologismos en inglés (es una peste la liberalidad o libertinaje con que han parido palabras nuestros compañeros del otro lado del Atlántico del Norte) he intentando mantenerlos próximos a su escritura en "americano informático"; por ejemplo, abend y to abend se han quedado como abendo y abendar, aunque durante más de dos años estuvieron como malacabo y malacabar, pero al final me arrepentí; o la broma genial del copyleft (como opuesto al copyright) que también se ha quedado como copyleft, aunque se vea extraña en castellano; una de las que más chocarán, en este grupo es la palabra byte para la que propongo bait; si se acepta, nos acostumbraremos enseguida. Otro grupo significativo es el de las palabras que tienen traducción en castellano que no acaba de cuadrar con el sentido en inglés (que no tiene porqué estar bien); tal es el caso de frame para la que, tras muchas dudas, he asignado freim; también el de bypass y to bypass que se han quedado como baipaso y baipasar. Por último, y con relación a la segunda peste, la de los acrónimos y siglas, la idea ha sido la de mantener la versión inglesa (incluso escondiendo un poco el nombre completo) de los muy arraigados, poco traducibles o que no expresan un principio o procedimiento de carácter general (por ejemplo, físico) y traducir y asignar acrónimo castellano al resto; en el último grupo mencionado, CPU (por Central Process Unit) pasará a ser UCP; en el primer grupo, EISA (por Extended Industry Standard Architecture) se quedará como EISA.. Una cuestión importante que me ha traído más de un quebradero de cabeza ha sido la del género de muchas de las palabras traducidas, empezando por la principal, es decir, computer. Después de muchas vueltas, he llegado a la conclusión de que lo verdaderamente sustantivo de muchos de estos artilugios es que son máquinas y que por lo tanto, les corresponde género femenino. Con ello, además, me sacudía de encima el rechazo instintivo que me producía la palabra ordenador. Cuando tomé esta decisión el Diccionario estaba casi terminado en su primera redacción, lo que me supuso un esfuerzo considerable de revisión. De todas formas, estoy contento del resultado de la elección. En cuanto a cuestiones operativas, la más importante es la que se refiere a la ordenación del contenido del Diccionario. Hay dos grandes bloques: el diccionario directo, que es el que contiene las definiciones y los ejemplos, que está ordenado ascendentemente por los términos en Inglés; y el diccionario inverso, que no contiene definiciones ni ejemplos, y que está clasificado por los términos en Español correspondientes a los términos en Inglés. Tanto en un caso como en otro he utilizado el mismo criterio de clasificación que es el siguiente: - Los caracteres van perdiendo preeminencia de izquierda a derecha. Es como si cada uno de los dos diccionarios parciales se clasificara por la primera posición de la izquierda del término, después por la segunda, y así sucesivamente. - La clasificación se hace por orden creciente del valor de los caracteres. - El carácter más pequeño de todos (el de menos valor) es el espacio en blanco. - Tras el espacio en blanco van los demás caracteres especiales (orden, creciente, de los usuales: ‘+’, ‘-‘, ‘.’ y ‘/’. - A continuación, figuran las letras, creciendo de valor desde la a hasta la Z. Dentro de cada letra aparecerá primero la minúscula, acentuada o no, y, después, la mayúscula. - A continuación de las letras aparecen los dígitos, cuyos valores se ordenan en su orden natural (del 0 al 9). Un par de referencias finales a problemas con los términos originales: - Frecuentemente, se encuentran hasta tres versiones del mismo término en función del separador utilizado entre las palabras que lo forman (por ejemplo, dial up, dial-up, dialup). A veces se han incluído todas las versiones y a veces no. Por consiguiente, si no se encuentra un término y se sospecha que puede tener versiones según separador, se ruega buscarlas directamente. - Algo similar ocurre con la ortografía inglesa o americana de ciertas palabras (por ejemplo, organization y organisation). En estas situaciones, en general, sólo se ha incluído una de las dos versiones. Como en el caso anterior, si no se encuentra una palabra que puede tener ortografía doble, buscar directamente la otra. El presente Diccionario sólo pretende ser un paso -significativo pero no único- en el esfuerzo de consolidación de las terminologías usadas en áreas tan importantes y de tanto futuro como la informática y las telecomunicaciones. Puede tener un interés evidente como inventario de términos de uso más o menos frecuente y como fuente de definiciones y ejemplos de esos mismos términos. También, posiblemente, en lo que se refiere a la propuesta de traducción para cada definición de un término. En esta ultima cuestión la decisión final corresponde a las Academias de la Lengua (la de aquí y las de allá) a las que sólo me resta ofrecer una modesta y humilde colaboración. A.M. Barcelona y Dosrius, verano de 2000
* MORENO MARTÍN, Arturo. Diccionario de Informática y Telecomunicaciones (Ingés-Español). Ariel, Barcelona 2001. |
Última actualización:
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