Desinformación económica: el negocio de Internet
En un artículo de Juan Manzisidor que publicó La Brujula se ilustra sobre la desinformación que permitió hace unos años "fabricar" la burbuja del negocio de Internet en el que muchos perdieron sus ahorros.

La industria de la avaricia

 

Juan Manzisidor

 

La nueva industria de la avaricia en la que parece haberse convertido

Internet, tal como denuncia <http://ibrujula.com/news/noticia.php3?id=3197>

Fortune este mes, llega a Latinoamérica y España tarde y mal, como era de esperar. Un puñado de empresas se prepara para salir a las Bolsas españolas sin más pretensión que el enriquecimiento de sus directivos. Es legítima la ambición de ganar dinero, y hasta necesaria para que el sistema de libre mercado avance. Pero no es tan legítimo progresar engañando al pobre ciudadano y poniendo en peligro la estabilidad de las economías familiares. La bola de nieve en que se ha convertido la cotización de muchas empresas supuestamente tecnológicas sigue rodando montaña abajo y puede suceder que termine por arrasar el valle. ¿Por qué nadie lo denuncia?

 

Todos estamos envueltos en una cadena de intereses, aunque algunos faltan a la ética más que otros. Por ejemplo, los medios informativos. En absoluto, nos interesa cuestionar la sobrevaloración de muchas firmas; peligraría la publicidad y, lo más importante, podríamos transmitir un tono negativo que en absoluto conviene para vender más periódicos o generar más visitas al web. Aquí y ahora priman los diarios encargados de fomentar la inversión y los negocios, y al calor de esta idea, los medios informativos encubren, con sus informaciones parciales e interesadas, una realidad en la que no interesa profundizar. ¿No defienden muchos de ellos a los ahorradores? ¿Por qué, entonces, no tratan de aproximarse a la verdad y, en su lugar, exhiben los rostros de los nuevos triunfadores del punto com?

 

Cómo se crea el gran globo

 

Ha tenido que ser Fortune, poco sospechosa de socavar las bases de la economía occidental, la publicación que recuerde a los medios españolitos e hispanohablantes que el periodismo no es sólo un arma de poder e influencia, sino que ¡también sirve para informar a los lectores!. El análisis que hace este mes <http://www.cnnenespanol.com/2000/fortune/03/15/portada/> es sobrecogedor, y si no viviéramos en una sociedad narcotizada por la conveniencia, más de un ciudadano saltaría, alarmado, a la palestra. Dice nuestro amigo el científico Enrique Irazábal (un hombre llamado a revolucionar buena parte de la sociedad de Internet con su proyecto Scinet-corp.com <http://www.scinet-corp.com>), citando a Elias Canetti, que "un don nadie experimenta una peculiar suerte de servil satisfacción en dejarse manipular por el poder...".

 

La denominada nueva economía ha arrancado enredándose en una insólita lógica, sólo accesible a los iniciados. Un grupo de directivos, ataviados según la estética de Internet (nada de corbatas, estilo casual, gorras con logotipos...), plasma una idea en un Power Point, redacta un Business Plan, y, acto seguido, capta financiación de banqueros y grupos que, en su despiste, invierten en todo lo que suene a tecnología (ello significa modernidad, mitigar la incertidumbre de futuro y revalorización en Bolsa). El primer destino del dinero es la publicidad y el marketing. Se crea un gran globo, siempre con vistas a salir a Bolsa, y el público, aleccionado por los medios, descubre que se trata de una gran inversión.

 

Consultores que participan en empresas

 

Naturalmente, los gestores, tan mediocres como avispados, argumentan que no habrá beneficios en los próximos tres años según es costumbre en Internet. La gran mentira (pues, de verdad, no hay impulso empresarial ni ambición de generar riqueza) prospera gracias a la decisiva intervención de los bancos de negocios y consultores de inversión. Éstos viven de las comisiones resultantes de vender acciones de los nuevos emprendedores, y sus primeros clientes son los fondos institucionales, fondos de pensiones, bancos y empresas tradicionales. A nadie interesa que las nuevas empresas dot com vayan mal.

 

Más sorprendente resulta comprobar cómo las firmas de consultoría (Andersen, McKinsey...) y despachos de abogados rebajan sus niveles éticos hasta el mínimo y se involucran en el circuito aceptando cobrar en acciones en lugar de dinero efectivo, como señalaba también Fortune. En España vimos cuando la salida de Terra cómo directivos de McKinsey participaban directamente en la filial de Telefónica; ayer Ecuality.com, una empresa de e-commerce que prepara su irrupción bursátil, nombró presidente <http://ibrujula.com/news/noticia.php3?id=3218> al director en España del área de telecomunicaciones de PriceWaterhouseCoopers. Incluso las firmas de cazatalentos están creando fondos de capital riesgos para invertir en las compañías en las que colocan los ejecutivos contratados. Las perspectivas de inflarse a ganar dinero son tan abrumadoras que los profesionales aparcan su sentido ético y se lanzan de lleno al botín.

 

La dificultad de resistirse a la presión

 

Y si todos ganan, ¿quién pierde? Pues parece obvio que para que unos ganen, otros han de perder, según la teoría clásica de que la economía es un juego mundial de póker. En la base de la pirámide está en el gran público, el incauto inversor, el ancianito que confía sus ahorros a la Bolsa, el trabajador que ahorra para un fondo de pensiones, el estudiante que forma un fondo crediticio y en infinidad de personas que madrugan, sufren y se inquietan por la marcha de sus inestables economías. Los nuevos especuladores juegan a la ruleta con la fichas que les proporcionan las gentes anónimas, hoy atrapadas, ingenuamente, en la vorágine de Internet.

 

En el escenario de la nueva economía ha prendido la idea de que hay que enriquecerse rápidamente, y parece difícil resistirse a la presión. Incluso a los empresarios tradicionales les cuesta mantener equilibrio ante la existencia de tantos casos, a su alrededor, de enriquecimiento súbito. Algunas de las compañías históricas en Bolsa han entrado en estado de histeria al ver cómo grupos advenedizos revalorizan espectacularmente sus acciones. Les resulta imposible mantener la calma, y algunos rozan el ridículo cuando descubren, de pronto, la tierra prometida de Internet. (Ayer un directivo decimonónico, de la España tradicional, Enrique de Aldama anunciaba que dejaba la presidencia de su constructora para "iniciar un proyecto en Internet").

 

Quién es quién en la nueva economía

 

Ojo, por tanto, con el Salvaje Oeste en el que parece haberse convertido Internet. La economía financiera se está separando con peligrosa celeridad de la economía real, y algunos cazadores de fortuna con estética de Internet están aprovechando la ocasión para hacer caja a costa de la ingenuidad del público y la actuación dudosamente ética de consultores, abogados y bancos de negocio. Los Gobiernos tienen vetado, por supuesto, el acceso a la orgía dineraria, pues pesa sobre ellos el estigma de ser caracterizados como intervencionistas. De manera que no hay ley ni vigilante que vele por el ciudadano. Los medios, antaño contrapeso del poder, se han entregado al festín, pactando con los nuevos capitalistas el intercambio de contenidos y el reparto de prebendas.

 

Aún así, no se trata de caer en el pesimismo, ni mucho menos desanimar a los nuevos emprendedores que necesitan, de manera legítima, capital para sacar adelante sus proyectos. La cuestión es discernir, en medio de la explosión de Internet, quién actúa de buena fe y quien es un simple estafador disfrazado de empresario internauta. En abril se abre en España el denominado Nuevo Mercado y numerosas empresas afilan sus espadas para vender acciones al público. Alguno habrá que realmente acuda a la Bolsa como medio para capitalizarse y seguir creciendo y creando riqueza, pero hoy por hoy la mayoría parece que sólo confía en dar el pelotazo.

 

Un buen método para descubrir quién es quién consiste en examinar sus cuentas, las inversiones en medios y, sobre todo, la trayectoria y formación de sus directivos. Si Internet y la Bolsa es transparencia, cabe exigir que, al menos, los perfiles detallados de los ejecutivos salgan a la luz pública. En medio de la confusión actual, tal vez lo más acertado sea acogerse a la máxima bíblica de "por sus hechos los conoceréis".