Organet, o la red como organizador colectivo
El artículo «Hacia una simbiosis entre las máquinas y las personas» de Karma Peiró suscita en algún punto un principio de reflexión que importaría profundizar más. Al menos a algunos nos da una doble pista, tanto de las realidades presentes y pronosticables de Internet, como de cierta incomodidad que nos atenaza cuando oímos hablar de la red y de su futuro en un sentido llamémoslo iluminado. En cualquier caso conviene sentar dos premisas que ayudarán a muchos lectores a dejar de leer ya mismo lo que sigue, con lo que aprovecharán así mejor su tiempo en otros menesteres. Primera: me gusta el mito del gigante Anteo, porque perdía toda su fuerza cuando le separaban de su madre Gea, la Tierra (de su padre Poseidón ni se sabe), o sea que estoy por mirar al frente pero pisando suelo firme. Segunda: formo parte de la manada de toros toreados, o sea de los escépticos sobre la inteligencia y su prótesis, se llame artificial, neuronal, semántica o como toque la moda. Me creo poco lo de las «Ciencias de lo Complejo» a lo grande, puede que porque esté haciendo una tesis doctoral sobre la complejidad, la incertidumbre y el riesgo en sistemas y proyectos (ya se sabe que los augures no podían contener la risa cuando al cruzarse con otro adivino en las calles romanas). ¿Qué es Internet, ya? «Bajando al terreno más práctico», donde termina el artículo de Karma, no hay tantos «interrogantes en nuestro uso cotidiano con Internet». No sólo cada cual sabe «el valor que tiene la información» para él y «qué hace que una información sea más útil que otra» sin necesidad de «medir el valor de la información», salvo la perogrullada atribuida a Norman L. Johnson, «que la información tiene valor para aquel que la utiliza»; o sea, información para la acción. Pasando por encima de la manida frase «siempre serán necesarios los seres humanos para resolver procesos complejos de sistemas» y aceptando que «la Red dará uso a esos procesos», la gran duda de Karma, su «Sí, pero ¿cómo podemos confiar en que la contribución de cientos de millones de internautas resultará una solución colectiva cuando difícilmente un comité de varias personas se pone de acuerdo para trabajar a distancia? Los procesos por los cuales un gran número de subsistemas contribuyen a dar una solución para todos los individuos que los forman, todavía no han sido entendidos en toda su extensión ... Lo que queda por demostrar es si las soluciones útiles e inteligentes que necesitamos para la Red pueden lograrse a partir de la interacción de un gran número de personas que utilizan diferentes idiomas para entenderse. Éste es el gran reto al que nos enfrentamos en los próximos años». Algunos opinamos que se ha demostrado ya, pese a quien pese. Por ejemplo, En la propia revista del martes 23, junto al artículo de Karma, la experiencia relatada por la 'comunidad virtual' Cel Fosc en «Contaminación lumínica: cómo una idea se abre camino gracias a la Red», es esa solución colectiva a la escala y con el valor, medida y filtrados de la información que necesitaba ese subsistema. Vana micro-escala, dirán algunos. Bueno, el mismo martes 23 una TV privada relataba el papel de Internet como organizador colectivo de acciones mundiales anti-imperialistas (o anti-globalización, o ecopacifistas, para usar lo correcto políticamente). La coordinación de grupos dispersos contra la guerra de Vietnam costó años en los 70; la organización de los rompedores del muro tardó meses en los 80; la convergencia de los opuestos a las guerras contra Irak o Yugoslavia costó semanas en los 90; y la articulación de respuestas colectivas en esta guerra de Afganistán ha tardado días ... (puede que la siguiente hasta se prevenga, aunque sea por minutos). No hay de qué asombrarse. Internet, como todo éter de comunicación, es uno más de los inventos colectivos humanos para coordinarse y actuar, con la tecnología, los objetivos, las deformaciones y los obstáculos de cada época. Inventos que pasan por la Galaxia Gutenberg (esa joya europea venida de los chinos), desde las galaxias no tan glamurosas de la fonetización hominizadora (lanzada en la machacada tierra africana) o de la escrituración historizadora (situada en el denostado Oriente cercano); hasta la Galaxia Marconi de ondas-frecuencias o la Cibergalaxia que nos ocupa tanto ahora. No es lugar éste para especulaciones filosofantes, pero conste que cae en la red de las contradicciones aristotélicas una red tan inteligente que no avanza gran cosa para facilitar los planteamientos colectivos de supervivencia y que no consigue cambiar las pautas suicidas de nuestras miserables egolatrías cotidianas. Reduciéndonos a objetivos menos grandilocuentes, conviene apuntar a favor de Internet que su propia estructura facilita la coordinación de grupos amplios, a la vez que permite la articulación de grupos pequeños, sin facilitarla más que otros medios. O sea, un paso más de los medios de comunic-acción que han tenido éxito. Dicho lo anterior, me gusta el Internet presente y le auguro un gran porvenir, sin mucho pánico a las intenciones de que su futuro dependa de los agentes (del FBI, más que de los de Hendler). Echelon cabalga y cualquier pretexto es bueno para reforzarlo. Pero como puede verse, sirve poco para atajar a los cíber-criminales (que parecen disponer de más dinero, contactos, planeadoras y cifrados que la policía, antes y después del 11.9) mientras que está lleno de efectos colaterales contra los cíber-inocentes. Ya se sabe que la milicia más bien asciende con la destrucción, pero se supone que los cíber-comerciantes también empezarán a velar por sus intereses, como hacen los gobiernos cuando peligran las gallinas de los huevos de petróleo, por ejemplo. Los cíber-luditas destructores de la tecnología volverán a ser los dirigentes conservadores cuando crean que peligran sus intereses a corto plazo, aunque intenten de nuevo echar balones fuera. Como en los dramas pasionales, la red, antes muerta que compartirla. Me interesa, como no, esta divertida, ameboide y ectoplásmica WWW que materializa la BBB, Biblioteca de Babel de Borges, donde está todo y todos (el mérito está en encontrarlo y usarlo). Pero no quiero que se convierta en el BBB, el Bingo o Lotería de Babilonia de Borges; es decir, quiero saber en esta interesante aventura si los premios son castigos y los castigos premios, con libertad además para perder o ganar los que más convenga en cada caso. Inciso o ventana: El citado Borges es el ficcionador ciego, no el de los frutos secos, diga lo que diga el Sr. Google u otros en-red-busc-ando más inteligentes. La verdad es que no me interesa gran cosa (no sé si al Señor Gates) un Internet que sea un acelerador existencial, ni un homogeneizador que limite los pensamientos, ni un particularizador que anticipe los deseos. Me fastidiaría incluso que «filtre la información y pueda darnos pistas de cuando es verídica o falsa, de cuándo es útil o inútil para cada usuario». La inutilidad y el error son biológica y organizativamente más útiles y certeros Claro está que me interesa que mejore el conocimiento (veremos si la sabiduría) con una mayor atomización hipertextual (o granularidad fina, que dicen los pedantes) que «proporcione al lector y al autor un acceso flexible a cada parte del sistema» y ayude a recoger «las opiniones, discusiones, reflexiones, investigaciones, y anotaciones de un conjunto cada vez mayor de científicos»; y de no científicos, añado. Pero dudo —y no deseo— que esto llegue a ser una red semántica, ese Solaris a lo Stanislaw Lem o «Cerebro Global que parte de la idea (idealista, por supuesto) de que el conjunto de la sociedad puede ser visto como un sistema que dirige los pasos de un superorganismo basado en la inteligencia colectiva de todos sus miembros». Estas construcciones duran menos que los titulares de prensa que excitan. Y para los entendidos, quienes quieran emular con el Proyecto Principia Cibernética el nombre e intención de los Principia Mathematica de Russell y Withehead, por mucho que admiremos su ambición inelectual, conviene que no olviden al torpedero Gödel, que casi consiguió un decenio después el Finis Mathematicae a lo Lusitania y Fukuyama en una pieza; torpedazo teórico del que aún no nos hemos repuesto. También los Principios en Cibernética parece
que dejarán su elegancia para mestizarse con la dura realidad de
la «redundancia o escasez de información y conocimiento en
áreas de interés para los usuarios» si se quiere con
Joslyn «afectar directamente a la manera en que se organizarán
los sistemas sociales, controlar sus recursos y transmitirlos ... conseguir
una simbiosis total entre las máquinas y los humanos ... establecer
un entorno activo entre el sistema y el usuario». Nada menos, pero
nada más.
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Última actualización: 24 de enero del 2002 |
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